En las vastas praderas de tu cuerpo volátil
tantea con sigilo el recuerdo desnudo,
en tus nubes (oh, tus nubes), y en tu viento frágil
habita escondido el tiempo por intruso,
alimentando tus rizos de algodón, que es catarsis,
cuando bailan tus siluetas al compás del mundo.

¿Quién te robó las auroras, Saturno?

Cientos, miles, miles de cientos, cientos de miles,
donde aire, libertad y persona éramos uno,
¡y cuánto me hablaste de sueños imposibles!
Pero yo no quiero dejar de verte, amor difuso,
yo quiero ser feliz perdiéndome en tus colchones,
quiero seguir pintando tu amanecer claroscuro...

¿Dónde perdiste mi anillo, Saturno?

Quiero huir a ti, trotamundos,
de todas las miradas con las que la soledad irónica condena,
quiero llevar mis noches en vela a tus noches sin fruto,
cumplir mi dolor, saciar mi pena que es tu pena,
dejar pasar esta vida entre cortinas de humo
y no separarme de ti, aunque por ello fenezca.

Tú, locus amoenus, Saturno.



Leave a Reply