Dichoso es aquel que huele una poesía,
aquel que sabe que las palabras solo
cuentan mitad de lo que está escrito.

A esos pido perdón si este verso está torcido,
o si la rima se me escapó entre fugaces
soplos de aire enrarecido, jugando
a que la persiga entre las hojas
de los mares y entre sus sombras.

Pero vosotros me entendéis y claro,
es que estos versos huelen a alcohol;
y es por eso que olvidé lo que digo,
qué demonios hago en la cuarta
calle de la tercera estrofa, y qué
será lo que he bebido.

Ni la boca me sabe a Jack Daniel's
ni esto tiene pinta de Vodka negro.
Sabe quizá a tu colonia, o a tus botas de cuero,
o a los versos y los besos que guardas
en el tintero:

Esos que un día escribirás
con tu pluma de piel en unos huesos,
y que olerán a hiel, a amor y a sexo.




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