Piensa en el “sí” y en el “no”. Si me dices que es imposible
abarcar mentalmente todo lo que supone cada miserable par de letras vas por muy
buen camino. Si así es, te ruego contraigas el extenso plano a la circunferencia
que engloba a “sí” y a “no” como respuestas a ciertas preguntas.
No es necesario remachar demasiado el antagonismo que los
enfrenta, pero sí habría que señalar su parentesco. “Sí” y “no” son gemelos,
uno formado a partir de la negación de la esencia del otro, pero no sería justo
decir que uno es el bueno y otro es el malo; todo depende de la pregunta y en última instancia, de preguntante y
preguntado.
No parece haber lugar para la duda, sin embargo, cuando se
afirma que son mutuamente excluyentes. Uno u otro, vida o muerte, hombre o
mujer. Pero es que se dejó la lógica algunos cabos sueltos en los libros, en
uno de los cuales se encontraba la respuesta “sí y no”.
En menudo lío nos hemos metido, y, como me sugirieron las palabras
de una matemática, en este caso lo que podemos hacer es ponerle nombre y
negarnos a dejar de creer en su existencia. Venga, vamos a unir matemáticas y
literatura (si es que no estaban ya unidas de mala manera lo suficiente) y
vamos a llamar a estas respuestas “las respuestas complejas”.
Un perfectísimo ejemplo; “¿puedes hacer el amor con alguien
que no te ama?”. ¿Qué responderías? Claro, no iba a ser de otra forma, “sí y no”.
La “y” no debe pasar inadvertida, pues sin ella nada de esto tendría sentido;
es el conector entre la parte real y la parte imaginaria. La parte real de la
respuesta versa sobre el acto sexual de forma inequívoca, algo más que posible.
La parte imaginaria goza de mayor libertad; se mueve en los inexplorados
bosques de la razón humana, en un eje en el cual todo lo que sabemos es
ridículo. Y aquí es cuando los enamorados que habéis aprehendido ya el concepto
tenéis que pararme, porque estropearía el texto escribiendo una perfecta
evidencia.
Permítaseme una analogía hasta las personas. ¿No somos
realmente todos una mezcla de una persona imaginaria y una persona real, delimitadas
ambas por una bellísima línea curva semejante a la polar, y las cuales se
complementan de forma perfectamente armónica? Sí y no. ¿¡Cómo!? Parece
contradictorio, pero me atrevo a afirmar que todas las respuestas son siempre “sí
y no”. Unas veces una parte queda ignorada, suprimida, pero eso no le quita
existencia… exactamente igual pasa con
nosotros mismos: podemos callar una de las dos partes.
Algo sumamente no recomendable, pues nos engañamos. Podemos
tratar de pintarlo todo de negro o todo de blanco, pero nacerán lunares del
otro color eventualmente. ¿Lo peor de todo? El gris. Dejen que su parte real
baile con partes reales, y que su bellísima y libre parte imaginaria disfrute
con otras semejantes, pero nunca y digo nunca, piensen que son iguales.
Me encanta.