Ya hablé de lo que es una olimpiada y cómo me clasifiqué en una entrada pasada, así que sobran las introducciones y comienzan las narraciones.
Comienzo con lo más supérfluo, que es lo que me llevé de allí. Salí con una medalla de bronce, tal y como se indica en la imagen de la izquierda.
Creo que fue mi mayor sorpresa, pues el examen consistió en una parte de problemas de 3 horas, que me salió para pensar "¿cómo diablos se ha clasificado este tío?" y una parte teórica de 2,5 h que según veo, compensó sobremanera mi metedura de pata con la primera fase.
También me llevé una toalla de donde estuvimos alojados, pero fue un mero error de cálculo.
*Debo recordar que hubo 9 medallas de oro, creo que 12 de plata y algunas más de bronce.
Queda muy lejos de esto lo que quiero contar en esta entrada. Porque lejos de los premios, las fiestas y las toallas de regalo, lo que me hace querer volver a estar allí son las personas que me acompañaron.
Comienzo con el profesor Don Luis Vida. Profesor de física y química del Altocastillo. ¡Qué tío más apañado!
Atentísimo, divertidísimo, enrolladísimo y muchos ísimos más. Como a él le gustaba decir "siempre estaba allí para lo que necesitásemos" y añado yo: "y para lo que no, también" porque si esto salió genial y volvimos supercontentos a casa fue gracias a él.
Que conste que no olvido a todas las personas que estuvieron detrás de este viaje, mi preparadora,Doña Mª Ángeles Buitrago, una profesora donde las haya. Su dedicación infinita a mi preparación, su disposición a facilitarme las cosas y todo el trabajo que ha hecho por esto, a la par que llevaba un trabajo profesional y una familia creo que lo dicen todo. Además del director de mi centro, Don Pedro Rienda. Creo que es impensable fuera de aquí el ir de viaje con el director de tu centro, pues en mi caso no. Creo que si añado algo más me quedo sin halagos para los que vienen, pero este señor hace que el I.E.S Andrés de Vandelvira sea un lugar propicio para el trabajo serio pero no estricto, que nos da la libertad y la confianza que necesitamos para madurar como personas y como profesionales.
Y mis padres, por supuesto, que obvio explicar por qué han sido tan importantes.
Comenzamos con lo que mis lectores esperan, los jóvenes con los que me he encontrado.
Necesito poner esta foto para ir explicándoros. (Espero que ninguno de ellos tenga copyright)
Empezando por la derecha (donde las banderitas), es el segundo. lleva una camisa medio roja medio blanca.
Este colega, que en la imagen parece normal, es una especie de super-cibor creado en un laboratorio secreto. Resulta que este chaval tiene un año menos que todos los que estamos allí, y ha ganado una medalla de oro en física y una de plata en química. Es la persona más inteligente que he conocido. Y ni se os ocurra pensar que es un friqui, porque es el tío más enrollado con el que he compartido habitación en una escapada. Un poco perrete para levantarse sí que es, pero es un tío formidable. Además es una persona buenísima. Con lo que mejor me quede fue cuando daban los premios y yo no esperaba nada, que estuvo deseando igual o más que yo que me llevara algo, y se notó cuando no me nombraron en la lista de personas mencionadas por su participación.
Paso de él a Miguel, o Míguel, como me gustaba a mí llamarlo. Es un malagueño que compartió cabaña con nosotros. Fue llegar y pusimos el bungalow (así llaman los madrileños a las cabañuelas) patas arriba. Cocinando cosas incocinables, trapicheando la tele, las mantas y demás cosas. Era como el guía de todo lo que hacíamos y era el más divertido (para mí) del grupo. Pese a que no escuché muchos chistes, me quedo con la imagen del perro sin patas intentando moverse y la partida de ping-pong imaginario. Una pasada. Ah, se me olvidaba, es el del pelo rizado, situado sexto desde la derecha, junto a otro chaval y una chica de pañuelo verde.
Para seguir un orden, toca Fernando. No tuve mucho tiempo para conocerlo, porque él era callado y porque no estaba tanto con nosotros. Es de Cantabria y es majísimo. Es el chico a la izquierda de Miguel
De Zaragoza es Marta, a la izquierda de Miguel. O Martandré, como la apodamos entre todo, debido a que su apellido es Andrés y a los andaluces nos salía algo tipo "Marta'ndreh". Ella se empeñaba en que hablásemos bien, pero nada, con los andaluces no se puede. Además llamaba mal a las aceitunas, pero eso no importa, porque es una chica divertidísima. Me quedo con la vez que bebió agua que yo había envinagrado, fue una risa para todos menos para ella.
A su lado está María, de la misma provincia, que seguro tiene muchas ganas de ir a las fiestas del Pilar. Es una chica que todo lo que tiene de pequeñita lo tiene de simpática y lista. Su tono de voz va acorde a su estatura, pero no la hace ridícula, hace que te caiga bien. Cuando se quedaba mirando fíjamente a alguien me daba un miedo atroz, pues las niñas con pintas de buenas son las más malas de las pelis. Ella, al igual que yo, no esperaba llevarse nada en los premios, y salió con un medallón de plata. Tengo muchas cosas que aprender de ella.
La chica del pañuelo verde es Maribel. O Mariibel, con dos "i", cosa que nos hacía gracia cuando hablábamos del tuenti. Es malagueña y le ponía la salsa a todo. Con ella era todo risas, bromas, chistes y juerga. Además defendía el habla andaluz y era co-profesora de ese dialecto, junto a mí, allí en Madrid. Creo que era la que más disfrutaba de la compañía en grupo, porque era la que se acordaba de los chicos cuando nos quedábamos atrás viendo cuadros raros en el monasterio. Es el puntillo del sur que no puede faltar en un grupo de amigos.
Por último está Raquel. Ella es de Cantabria también, y es, después de los chicos, la persona con la que más estuve allí y a la que mejor conocí.
Con su permiso subo esta foto de la entrega de después de la entrega de premios. Se notaba que ella era feliz si todos estábamos contentos, y eso es innegable viendo la foto. Una chica con mucho coraje y tan buena persona como todas las demás que he descrito. Me metía mucho con ella, lo admito: que si Cantabria es barrancolandia, que si no tenía playa, que si no salía el sol. Ella contraatacaba con que si en Andalucía no sabíamos pronunciar bien, pero luego era mi primera alumna en clases de andaluz. Aprendió muchas cosas, tales como "papah" en lugar de "patatas", a distinguir el singular del plural "la cosa / lah cosah", y a preguntar la hora en Andalucía "¿Q'hora eh?" entre muchas otras.
Era una chica que no paraba de sonreir, que no se enfadaba y con quien estábamos a gusto todos.
También es menester destacar a un grupo de chicos (y una chica) catalanes que me acompañaron cuando no conocía a nadie allí, y que me enseñaron que son mejores que yo jugando al mentiroso con las cartas.
Anotación: No conocía a los chicos de los extremos de la foto, pero se pusieron para la foto y ¡bienvenidos sean! :)
¡¡Tengo unas ganas locas de verlos a todos de nuevo!!